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La editorial británica Fleetway representó el buque insignia del cambio de rumbo en la producción de comics en Inglaterra a principios de los años 60. Podría verse como un homólogo de la compañía Warren americana, donde en lugar de historias cortas policiacas y de terror, con monstruos y criminales, finales con giros sorpresa y macabros personajes, se apostó por los relatos río continuados y protagonizados por caracteres de cierta ambivalencia moral.

"Zarpa de Acero" de Ken Bulmer y Jesús Blasco

El más memorable, y primero de todos ellos (del 6 de octubre de 1962 data su primera aparición), fue Zarpa de Acero, el alias de Louis Crandell, un ayudante de laboratorio manco por un accidente, sobre el que la suerte se ceba al sufrir un segundo accidente que lo convierte en una anomalía viviente: se hará invisible al recibir cierta dosis de electricidad. Un rocambolesco punto de partida que en manos de sus creadores, el guionista Kenneth (Ken) Bulmer y el dibujante Jesús Blasco, se convierte en una trepidante montaña rusa de aventuras pulp.

El personaje arranca como una mezcla entre “El Fugitivo”, la famosa serie de televisión americana que se estrenaría al año siguiente, 1963, y el hombre invisible de H.G. Wells, pero protagonizada por Crandell, un resentido y ambicioso científico que ve en su invisibilidad el camino más rápido para adquirir poder y dominar el mundo. La trama se lanza de forma inmediata a una carrera sin frenos hacia la amenaza y la persecución constante, metiendo al personaje en mil y un embrollos: viaja a Nueva York, pone una bomba, luego debe desactivarla, es secuestrado por mafiosos, perseguido por la policía y buscado por su antiguo jefe.

Cuando el primer arco termina, Crandell sufre un incomprensible giro moral: sus ansias de dominación mundial se debían en realidad a sus ganas por corregir las injusticias de la sociedad (sic). Al no poder conseguirlo tira la toalla y se redime deteniendo a los mafiosos americanos y vuelve a Inglaterra. Es plausible leer entre líneas que el éxito de la serie le auguraba mejor futuro si viraba su dirección hacia intereses menos oscuros para con su protagonista.

No obstante, el endiablado ritmo que imprime Bulmer en la siguientes aventuras se mantiene con la misma intensidad y tensión, prolongando el juego del gato y el ratón que Crandell sufrirá a manos de un nuevo villano; el doctor Deutz, en el segundo arco incluido en el tomo de Dolmen. Todavía se aprecia a lo largo del mismo la fina línea moral que el personaje parece pisar ocasionalmente cuando se ve arrinconado. Para cuando llega la tercera aventura, Crandell ya es oficialmente un héroe (su aspecto cetrino inicial da paso al de un galán cinematográfico) que trata de impedir calamidades marítimas por parte de unos piratas que roban tecnología a un amigo suyo.

Bulmer pasó el testigo a Tom Tully tras estas tres historias, mientras que Blasco se mantuvo (ayudado ocasionalmente por Tom Kerr) en la serie hasta la entrega decimoquinta y volvería para la decimoctava final (incluyendo el dibujo de los dos especiales anuales también incluidos en este tomo). La serie tendría un segundo ciclo editorial con “El retorno de Zarpa de Acero”, compuesto por siete nuevos arcos guionizados por Tully y dibujados por Blasco.

Es por ello fácil concederle al dibujante español el crédito y reconocimiento por el éxito de la serie. Ayudado por sus hermanos Adriano y Alejandro, Jesús Blasco es el alma y motor de “Zarpa de Acero”. Las endiabladas idas y venidas del personaje encuentran en su lápiz toda la fisicidad y realismo necesarios para hacer creíbles los imposibles vaivenes de las tramas. A su portentosa línea y corrección anatómica, se añade un dinamismo narrativo brillante. Saltar una tapia, tirar una puerta abajo o caer desde una ventana pocas veces resultaron más apasionantes como cliffhangers que cuando los dibujó Blasco.

Si bien leídas ahora estas historietas resultan bastante naif (la dominación mundial o la lucha contra monstruos y piratas no suelen ser la tareas habituales de un científico), el trepidante ritmo que sus autores les imprimen en el corto margen de tiempo del que disponían semanalmente para captar la atención de los lectores, con tan solo dos páginas y una entradilla resumen inicial en texto, resulta decisivo para hacer de su lectura un auténtico placer culpable. Tan válido ahora para quien las disfrutó en su momento, como para quien quiera apreciar el trabajo de Blasco como se merece; la sucesión incansable de peleas, emboscadas, peligros, carreras y persecuciones, deviene en un ejercicio de suspensión de incredulidad totalmente adictivo. Un entretenimiento anclado a su tiempo (recordemos en todo momento que la ambientación sesentera es el presente de los relatos, tanto ética como estética), que además se define gracias a su flamante blanco y negro original. Se trata, por lo tanto, de una obra no dirigida a todos los públicos.

Tras varios accidentados intentos editoriales por publicarse de forma decente, Dolmen recupera (tras lanzar el primer tomo de “Spider”, también de Fleetway) con las mejores herramientas posibles el material original con espléndida reproducción (mejor que cualquier publicación previa), excelente papel y resistente tapa dura. Añade a las tres primeras historias y los dos breves anuales, textos y material adicional complementario a color hasta sumar las 144 páginas. Su intención de publicar el total de las aventuras de “Zarpa de Acero” en este formato de lujo resulta encomiable, pero su edición, aunque a todas luces la mejor disponible hasta ahora, adolece por otro lado de una serie de inconvenientes que no pueden pasarse por alto.

El primero y más gravoso es sin duda el elevado precio. Casi 25 euros por apenas 130 páginas de cómic (más extras) en blanco y negro parece un tanto elevado. Si tenemos en cuenta la situación actual del papel, el cartón, el pago de derechos y la remasterización (impecable) del contenido original, quizás podamos comprender el precio, pero seguirá siendo algo caro. No obstante el público al que va dirigida esta obra ya peinará canas, probablemente, y la cantidad no pesará tanto como la calidad. Y aquí surgen los otros detalles que quitan brillo al producto. La aparición intermitente de varios fallos ortográficos y gramaticales (bien de traducción o de corrección) en los textos, así como la ausencia de información específica sobre las fechas de publicación de cada entrega. En el fondo minucias que no entorpecen el disfrute de la lectura, pero afean la que en principio se perfila como la versión definitiva de “Zarpa de Acero”.

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