Reseña de "Memorias de un hombre en pijama" de Paco Roca. El nombre que hoy nos ocupa es de sobra conocido en el mundillo comiquero nacional contemporáneo, pues aparte de Premio Nacional es un autor que posee la rara cualidad de agradar a casi todo el mundo con calidad y solvencia en todos sus proyectos.
"Memorias de un hombre en pijama" de Paco RocaAparte de su probada capacidad para la narración de corte social con su famosa (y excelente) "Arrugas", la carta de amor en forma de repaso a uno de los hitos de la historia reciente del medio en el que trabaja con "El invierno del dibujante", la historia musical reciente de nuestro país con "La encrucijada" o la fantasía costumbrista de la maravillosa (y mi obra favorita suya) "Las calles de arena", Paco Roca es capaz de caer en gracia a los amantes de la aventura con "Alexander Ícaro" y "El tesoro del cisne negro" (adaptada como serie de televisión por Alejandro Amenábar), a los soñadores con "El faro", a los que gusten de relatos autobiográficos sensibles con "La casa" y "Regreso al edén" o incluso a los que se inclinen por el misterio de tintes malsanos con "El juego lúgubre".
Una polivalencia admirable que todavía se guardaba un as en la manga en forma de tiras semanales; el humor, así en bruto. Recopiladas todas sus reflexiones en forma de viñetas para el periódico valenciano Las Provincias, éstas resultan más cercanas a la sonrisa cómplice que a la carcajada -que alguna hay- repartiendo sus simpáticos comentarios entre la vida en pareja, las amistades, el trabajo, la familia y los sinsabores en general de la vida diaria. Primer tomo de tres ("Confesiones de un hombre en pijama" y "Andanzas de un hombre en pijama" los otros dos), editado -como casi todo lo del autor- por Astiberri en agradable tapa dura y a color.
De este modo y siempre con el buen gusto por bandera, Roca firma una obra que funciona tanto episódica como globalmente, agradable, con una pizca de acidez y toda la inteligencia que se le suponen a los avispados observadores de lo cotidiano desde su atalaya pijamera (nunca mejor dicho) de lujo, pues parecen transpirar el mismo y su trabajo toda la cercanía y humanidad de quien se sabe privilegiado pero con los pies en el suelo.