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 A finales de la década de los 80, DC Comics comenzó la publicación de la etapa más memorable de Animal Man y una de las más laureadas del cómic en general. En ella, un joven Grant Morrison, por aquel entonces desconocido en Estados Unidos, planteaba historias, ideas y cuestiones hasta aquel entonces inéditas en el género superheroico. Con un protagonista tan carismático como Buddy Baker, Morrison estaba a punto de hacer historia con un personaje prácticamente olvidado.

La llegada de Alan Moore a Estados Unidos, y concretamente a la serie Swamp Thing (La Cosa del Pantano) y más tarde a una de sus creaciones más famosas, Watchmen, supuso el comienzo de una revolución en la forma de entender y hacer los cómics, una revolución que, al ir desarrollándose daría lugar al nacimiento del sello Vertigo.

Obviamente en las oficinas de DC Comics no eran tontos, y pensaron que, si les había salido bien la jugada reclutando a Alan Moore, seguro que habría otros creadores prometedores en Gran Bretaña. Ni cortos ni perezosos, se pusieron a cazar talentos al otro lado del Atlántico, deseosos de encontrar otros autores maravillosos y capaces de revitalizar personajes y franquicias olvidadas. Esta ¿iniciativa? ¿jugada? se vino a llamar de una forma muy pintoresca: “La Invasión Británica”, y la verdad es que es uno de los capítulos más repetidos de la historia del cómic, así que no entraré en detalles, que seguro que se pueden encontrar mil veces mejor sabidos y contados en millares de webs, podcasts y vídeos. Pero lo que realmente importa ahora mismo es, que como muchos ya sabrán, o como mínimo intuirán, Grant Morrison, un joven escocés, fue uno de los seleccionados, y el personaje que decidió recuperar del olvido no es otro que Animal Man.

A día de hoy, y tras el hito que supuso la etapa de Grant Morrison y la relevancia de otras posteriores como la de Jamie Delano o la de Jeff Lemire, Animal Man es un personaje de tercera fila en el universo DC, o como mucho de segunda fila (en cuanto a fama, popularidad y presencia, se sobreentiende), pero en el momento en el que Morrison lo eligió como personaje para revitalizar, el bueno de Buddy Baker (el álter ego de Animal Man) apenas contaba con 16 apariciones en total en distintas cabeceras de DC, (como por ejemplo Strange Adventures), y en algunas como mero invitado o personaje de reparto. No es casualidad que había formado parte del grupo de superhéroes que tiene el triste nombre de los Héroes Olvidados (vaya con DC y sus grupos, no sé si es mejor formar parte de los Héroes Olvidados o del Escuadrón Suicida). Animal Man seguramente tiene que agradecerle el rescate al vasto conocimiento de Grant Morrison de los cómics de la editorial, pero por mucho que supiera el escocés, seguramente no se imaginaba que el cómic que estaba a punto de escribir se convertiría en un éxito total y rotundo, casi un clásico instantáneo que sería la piedra fundacional de una carrera meteórica en Estados Unidos.

El proyecto inicial de Grant Morrison para Animal Man era lanzar una miniserie de cuatro números, modernizando y revitalizando al personaje. En estos cuatro números, se nos presenta un a un Buddy Baker que quería volver al mundo superheroico, dejar de estar en una cuarta fila y pasar a ser un miembro más activo en la cruzada contra el crimen. 

Si algo quedaba claro desde el principio es que Buddy era un tipo normal y corriente, con problemas como cualquier otra persona y cierta tendencia a que le salgan las cosas mal. Casi se puede decir que es un “pringado”. Morrison estaba fijando al personaje a un mundo mucho más realista, donde sus dinámicas familiares y las dificultades del día a día estaban presentes y no era todo una sucesión de villanos de opereta. Esto es un factor fundamental, ya que el lector tarda muy poco en empatizar con el simpático Animal Man, que comienza a entrenar, promocionarse y a recibir su primer trabajo… investigar una extraña incursión en un laboratorio STAR.

Y aquí es donde pone toda la carne en el asador Morrison, ya que no sólo apega a Animal Man a la realidad en su esfera social y familiar, sino también le da un propósito mucho más fiel a sus poderes animales; la defensa de la naturaleza, especialmente su fauna. Tenía todo el sentido; un superhéroe que puede sentir a los animales y asimilar sus capacidades, debería ser consciente de todos los problemas e injusticias a los que se enfrentan. Y la primera vez que se iba a dar cuenta era precisamente en ese laboratorio STAR, donde se experimentaba con monos. A partir de este momento, hay casi un desarrollo en paralelo entre Animal Man y Grant Morrison, ya que el guionista, fruto de sus investigaciones para la serie, acabó convirtiéndose en vegetariano y uniéndose a grupos activistas por la defensa de los animales, y Buddy no tardaría en seguirle los pasos.

Estos cuatro primeros números, son un ejemplo perfecto de cómo actualizar a un personaje y darle una dimensión y una profundidad anteriormente inexistentes. Un nuevo propósito y unas nuevas metas iban ahora de la mano de Animal Man, comprometido con la defensa de los animales y fijado perfectamente a la realidad. Ahora era el turno de otro guionista de continuar con las ideas dejadas por Morrison y desarrorlas… ¿verdad?

Ese era el plan, pero ya se sabe que los planes… 

Lo que en un principio iba a ser una miniserie de cuatro números ahora se pedía desde DC Comics que fuera continuado por Grant Morrison como una serie regular… y sorprendentemente, el escocés no tenía ideas.

Como el propio Grant Morrison reconoce en su introducción, él no quería hacer la enésima “exploración descarnada y realista de lo que significa ser un superhombre y/o un vigilante urbano con problemas emocionales” (Morrison había hecho el entorno de Buddy realista, pero no había indagado demasiado sobre lo que supone ser un superhéroe). Esa era claramente la tendencia del género por aquel entonces, pero Grant Morrison quería hacer algo radicalmente diferente, y así nacío el quinto número de la serie… Animal Man #5, más conocido como El Evangelio del Coyote.

Pese a que Grant Morrison pensaba que estaba escribiendo una obra ininteligible que acabaría con su carrera recién estrenada en Estados Unidos, más bien estaba iniciando lo que sería el estilo que tan reconocible le ha hecho hasta el momento. El Evangelio del Coyote iniciaba el periplo de la etapa más “morrisoniana” en Animal Man, que duraría hasta el número #26, y en la que ya encontramos muchos de los temas recurrentes en la obra de Morrison, quizá no tan exagerados y enrevesados como en otras obras, pero sí con una frescura y originalidad casi inéditas en esa época. Y la verdad es que no había mejor manera de empezar que con El Evangelio del Coyote, uno de esos números autoconclusivos que pasan a la historia, donde se nos planteaban los problemas de la violencia y el valor del sacrificio con una fábula imaginativa y sorprendente, pero no por ello menos descarnada y con un final arrebatadoramente trágico. Creo que este número puede actuar perfectamente como la prueba para saber si al lector le va a gustar o no lo que vendrá después.

Con este número, comienza a tejerse una trama entre bastidores que explotaría (y de qué manera) en los últimos números de la serie. Mientras tanto, teníamos episodios, la mayoría autoconclusivos o de dos números en los que se nos mostraba a un Buddy Baker que seguía en pleno desarrollo, convirtiéndose en miembro de pleno derecho de la Liga de la Justicia Europa o involucrándose cada vez más en el activismo animal. Pero siempre viendo las consecuencias que tiene su carrera superheroica en su núcleo familiar y en su día a día, con esa visita del Detective Marciano mientras que se instala un sistema de protección en la casa de los Baker, o viendo cómo ciertas acciones de compañeros activistas más extremos traían consecuencias y remordimientos.


Normalmente se dice que Morrison acerca a Animal Man a la realidad para luego distanciarle de ella, y no estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación. Es cierto que una vez terminados los cuatro números iniciales, comienzan tramas más bizarras y cómo no, toda la metaficción que es tan característica en Morrison, pero a la vez tenemos historias que no pueden estar más cerca de la realidad, denunciando ciertos abusos que, a día de hoy, siguen sufriendo los animales (como por ejemplo las auténticas masacres de cetáceos que se consuman en las Islas Feroes y que vemos en el número de los delfines), o la contraposición que se hace de argumentos en apariencia inocentes, con villanos y recursos más propios de la colorida Edad de Plata que chocan con fuerza y con consecuencias dramáticas con la crueldad de las posibilidades de un mundo superheroico más real y oscuro o los egoistas designios de un ser superior que maneja los hilos de las vidas de todos los personajes buscando la mera diversión.

Número tras número, se va conformando una etapa casi imprescindible en el mundo del cómic, y que desde luego ha tenido una gran influencia y repercusión. La originalidad y frescura que ofrece Animal Man siguen intactas tras más de 30 años y la experiencia de lectura es incomparable. No sólo se nos ofrece una obra inteligente, que trata temas interesantes y hace reflexionar al lector, sino que al mismo tiempo juega con el mismo medio distorsionándolo, pero a la vez respetándolo desde un amor absoluto y empleando los elementos que hacen al cómic tal y como es. El ritmo de la obra es sumamente sólido y la implicación emocional que consigue Morrison hace que Animal Man se convierta fácilmente en uno de los personajes favoritos de todo aquel que se acerque a esta experiencia.

Respecto al apartado artístico de la obra, la verdad es que es su punto más débil, y esto es algo que siempre se menciona al hablar de la etapa. Aún así, yo creo que no es un mal dibujo, ya que siempre es correcto, claro y de fácil lectura. El principal equipo creativo es el formado por Chaz Truog al dibujo, Doug Hazlewood al entintado y Tatjana Wood al color. El estilo de Truog no es especialmente llamativo ni bonito, tiene una manera de dibujar los rostros muy peculiar, pero siempre sabe manejar bien la narración gráfica, y aunque exagere en ocasiones las expresiones, creo que transmite en todo momento a la perfección lo que Grant Morrison quiere hacernos llegar con su historia, lo cual es algo que no está al alcance de todos los dibujantes.

Por supuesto, no se puede hablar del arte de Animal Man sin mencionar las legendarias portadas de Brian Bolland, que son una auténtica delicia y directamente para enmarcar. 

En definitiva, el Animal Man de Grant Morrison es uno de esos tebeos que hay que leer, especialmente si uno es aficionado al cómic superheroico. Pese a estar integrada en Vertigo, la obra no puede mostrar más amor por el género, eso sí, distorsionándolo a gusto del autor para regalarnos ideas y momentos inolvidalbles. 

Todo aquel que quiera leer este cómic, puede acudir a la edición actual de ECC Ediciones, en tres tomos a 25€ cada uno.



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